TEXTO: VERÓNICA ELIZONDO
FOTOS: VIOLETA LEIVA
Abril de 2021
Emilio P. Millán nació en Málaga con el Sol en Aries. Llegó a Berlín por primera vez con una beca Erasmus y vive en la ciudad desde hace casi diez años.
Conozco a Emilio desde hace algún tiempo, hemos coincidido en varias tertulias literarias. Él fue tallerista de la escritora argentina Samanta Schweblin y, junto con sus colegas, tiene un grupo de escritura llamado los Estepicursores en honor a la planta rodante propia de los paisajes áridos. Así, comparten con la comunidad hispanohablante sus textos ficcionales en diferentes eventos culturales de la ciudad.
Recuerdo bien una tarde de verano en la librería Andenbuch, Emilio leyó un cuento de su autoría que me impactó. Una joven nada en un lago, entre brazada y brazada el cielo se llena de nubes. La incipiente llegada de la tormenta obliga a la mujer a volver a la orilla. El relato me generó una suerte de ansiedad entre lo que pasa en el cielo y lo que ocurre con la bañista en el agua. Cómo es arriba, es abajo, dicta el famoso adagio. Y pienso en Emilio astrólogo y en la Mochila Astrológica.
Llevo tiempo siguiendo la Mochila Astrológica, la página sobre «viajes, bienestar y astrología para gente inteligente» que Emilio también comparte en las redes. Desde que comenzó la pandemia y, ante la incertidumbre cotidiana, encontré en los boletines el raro hábito de buscar sentidos cósmicos a un año tan variopinto como fue el 2020.
¿Cuándo nace la Mochila Astrológica?
Pues nace de mochileo y nace también como sugerencia de una amiga que tenía una librería de viajes en Madrid. Esta chica, la Prima, como yo la llamo, me pidió que escribiera artículos sobre mis andanzas latinoamericanas. La página surge entonces como una especie de fusión entre mis grandes aficiones: el viaje, la escritura y los astros.
¿Cuándo comenzaste a interesarte por la astrología?
Buff, llevo un porrón de años. Un montón de fases. Empiezo, los suelto, lo recupero… Siempre que tiro de la memoria, me asalta un recuerdo de bien chiquitito. Mi mamá tenía unas agendas que le regalaba una caja de ahorros. Estas agendas salían cada año, mega gordas, con recetas, consejos para la salud, remedios caseros… Y además incluían por cada mes descripciones del signo astrológico y de las lunas. Y en este recuerdo estoy yo bien, bien enano y me leo las agendas —mi madre las guardaba en el taquillón de la entrada—, y las ordeno y repaso sus descripciones astrológicas. Comparaba, por ejemplo, los Aries de todos los años: 1984, 1985, 1986… Y así con cada signo.
Otro recuerdo que tengo bastante diáfano es el de andar en casa de mi abuela y alguien pedirme que le leyera el horóscopo del Teleprograma o Tele Indiscreta o la revista que fuese. Y yo me sabía los signos de cada familiar: «La tía Pauli es Tauro, el tío Joaquín es Aries, la abuela es Escorpio».
Luego empiezo a meterle mano al tarot. Me compro barajas, me acabo juntando con una niña del barrio que lo leía —o decía saber leerlo— y yo lo único que hago es echarle cara y atreverme a conjeturar. Hasta el punto de que durante el instituto hacía lecturas y acabé un par de veces tirándole las cartas a la profe de inglés.
Pero supongo que un punto de inflexión lo supone mi tiempo en Edimburgo. Porque es cuando me apunto a un curso online de astrología, uno muy barato y cuyos vídeos todavía guardo en el ordenador. Y empiezo a trabajar con el programa Kepler y el Astroworld, que son dos programas astrológicos un poco viejunos.
De todas formas es solo en México cuando empiezo a monetizar las lecturas. Hasta entonces solo lo había hecho en plan colegueo, sin pedir nada a cambio. Después de seis meses de dar vueltas llego a Mazunte, en el Pacífico, y me quedo allí por un mes y medio porque se corre la voz de que mis lecturas astrológicas son muy graciosas. Acabo poniendo cartelitos por bares, locales y demás y la gente viene a buscarme. Me doy cuenta de que aquello funciona.
Es más, luego en Guatemala, en Antigua, continúo haciendo más cartas. Claro, el viaje supone un punto de inflexión donde tengo el tiempo, la necesidad, la creatividad y el ingenio para desarrollar mi trabajo de astrólogo. En esta época leo mucho y asiento parte de lo que ya sabía. Por no decir que mientras más cartas haces, más práctica coges. Hacía cartas a todas horas y cobraba a voluntad. Muchas de las personas a las que asesoro también están de viaje, buscándose, o reencontrándose, y ahí aparezco yo. Y pasan cosas curiosas como que el rumor de mis talentos atraviesa el país y gente de Atitlán viaja hasta Antigua porque oyó hablar de mí a través de otros mochileros y mochileras (y mochileres).
«Empiezo todas las consultas y talleres con una máxima astrológica, Astra inclinant, sed non obligant, que viene a significar que los astros inclinan, pero no obligan.»
¿Qué es una carta astral?
Una carta astral es nada más ni nada menos que el dibujo del cielo en el momento que naces. Ya está. Puedes llamarlo un círculo, un mandala, un mapa, una carta, un tema o hasta una especie de ADN cósmico. Hay algo de entelequia en el asunto, pues contiene el origen y el fin en sí mismo del individuo, como si de una semilla se tratase.
En el círculo pues lo que aparecen son un montón de planetas y las luminarias (el Sol y la Luna) en determinados signos —por ejemplo, Sol en Cáncer, Mercurio en Leo, Saturno en Sagitario— y ocupando algunas de las doce casas o escenarios vitales en los que se divide este círculo. Así hay un escenario para los hermanos, otro para la pareja, otro para los hijos, otro para los amigos, otro para el dinero, otro para la muerte, otro para los viajes y los estudios, bla, bla. Además, los planetas se guiñan, se tiran besitos o se llevan a matar (los llamados aspectos), y de toda esta mandanga nace la lectura astrológica.
Claro, a niveles prácticos puedes sacar información de bloqueos, potencialidades, personajes dentro de tu vida, ciclos de bonanza y desgracia, talentos, forma de amar, forma de aprender, relaciones con la familia, achaques y dolencias, parejas, hasta cómo te morirás… Imagínate.
¿Es posible escapar a ese ADN?
Acá estamos en un tema muy interesante que es el determinismo. Fíjate que yo empiezo todas las consultas y todos los talleres —y esto también lo comento a menudo en la web— con una máxima astrológica, Astra inclinant, sed non obligant, que viene a significar que los astros inclinan, pero no obligan. Con esto quiero decir que creo que hay cosas que no podemos cambiar y otras que sí o, volviendo a tu pregunta: que hay parte de ese ADN de la que no podemos escapar. Por supuesto, eso solo mi visión y existe mucho debate al respecto, sobre todo entre la astrología moderna y la tradicional. A mí me interesa esta última.
Es verdad que la astrología clásica es muy determinista y más de al pan, pan y al vino, vino. O sea, tú naces con una mano de cartas y es lo que te tocó. Punto. Pero por otro lado está en cada uno de nosotros el decidir cómo jugamos esa mano de cartas, qué hacemos con esos elementos o herramientas que nos han sido dadas. Quitarle el factor predictivo a la astrología sería un absurdo, pues la gente viene buscando respuestas a su futuro.
¿No hay algo de profecía autocumplida en la astrología?
En mi caso, por ejemplo, si vienes a mi consulta no solo me asomo al futuro, también controlamos qué sucedió en el pasado. Yo entiendo que si te digo que la semana que viene conocerás a tu príncipe azul pueda sugestionarte. Pero si te menciono y acierto tal o cual fecha en el pasado y la cualidad del evento que se produjo, ya nos estamos moviendo en dos direcciones: el futuro y el pasado. Y yo no puedo cambiar tu pasado ni sugestionarte sobre lo que ya se dio. Me parece una manera de refutar esta idea de la profecía autocumplida.
Hay algo circular en la astrología y, esto es que obedece a ciclos: esto nos permite analizar o anticipar en qué periodo se encuentra el individuo, si es un periodo en que el viento sopla a su favor o hay riesgo de naufragio.
¿Cuáles son las preocupaciones que tiene la gente a la hora de pedirte una carta astral?
Tengo consultas de todo tipo. Desde quien solo tiene curiosidad por la astrología o por conocerse mejor a personas con preguntas muy concretas como puede ser cambiar de trabajo, divorciarse, superar una depresión o vender una casa. En la actualidad, mi mayoría de consultas viene de España y de América Latina y unas pocas en Berlín a hispanohablantes y, de vez en cuando, en inglés o en alemán (que es cuando las paso un poco canutas con el idioma, pero parece que funciona porque repiten y me recomiendan a más gente).
Y aparte, das talleres de astrología, ¿cierto?
Sí. A ver. Una cosa es querer que alguien te diga las cosas desde afuera, que te las averigüe, y otra es cuando la gente ya quiere aprender a usar esta herramienta. La astrología tiene un punto muy, muy práctico. Esa metáfora que tanto se usa de que funciona como un parte meteorológico. De hecho, hay una rama llamada astrometereología, y era una de sus importantísimas funciones en la Antigüedad. Tú miras el noticiero del tiempo y, si dice que llueve, pues sacas el paraguas. O si dice que hace sol puedes animarte a ponerte una camiseta de mangas cortas. Por supuesto puedes pasar de la predicción y mojarte bajo la tormenta o asarte de calor bajo un sol infernal pero eso ya es cosa tuya…
Ojo, que empollar astrología implica un taco de tiempo y toda esa movida. Pero uno siempre puede traerla al día a día, aprender un par de ciclos, analizar su propia carta y la de la gente que lo rodea. Y esto es lo que me interesa e intento transmitir en los talleres. Por no hablar de que disfruto muchísimo enseñando y aprendo también. Me lo paso bomba. Nos lo pasamos bomba.
Así que los talleres tienen este puntito práctico para que la gente se asome al cielo, a su carta y a la de los demás. Tiene un punto un poco egocentrista y quizá terapéutico y también colectivo, pues trabajamos con las cartas de los participantes y todo el mundo las ve, señala, opina, que es una manera muy linda de aprender.
Y luego yo me la paso buscando nuevo material, recurro a la simbología, al cine, al arte… Intento transmitirles a quienes participa de que la astrología está en todos lados.
¿Qué das en los talleres?
Pues desde talleres para analizar periodos muy concretos, como el último que hicimos para trabajar el mes de febrero, un mes bastante significativo a nivel cósmico, a talleres de introducción a la astrología, talleres de los cuatro elementos, talleres sobre la Luna… Estoy buscando el tiempo para preparar uno de sinastrías y otro de tránsitos.
Emilio, sé que además trabajas como docente en un instituto. ¿Usas el conocimiento astrológico cuando das clases?
¡Por supuesto! A mí me pasa, como a cualquiera que sepa un poquito de astrología, que tengo una tendencia muy cotilla o curiosa o como te de la gana llamarlo. A un montón de mis alumnos les he levantado la carta astral: claro, no conozco la hora de nacimiento, así que lo que saco es lo que se llama «carta solar» pero me da bastante información sobre el crío o la cría. ¿Y sabes para qué me sirve? Para ver si ese día se ha levantado con el viento de levante (es una expresión muy andaluza), si tiene ganas de camorra, si le puede el despiste, de qué manera aprende, si tiene tendencia a contestar rápido o se va por las ramas.
Asomarte a cualquier carta es muy lindo. En el caso de los niños (y las niñas), cuanto menos hay que mirar el ascendente, Luna y Mercurio. Estos dos últimos te permiten conocer características sobre el aprendizaje de la persona, su forma de captar la realidad, la imaginación, la manera de incentivarlos y motivarles… En función del signo, aspectos que recibe y toda la mandanga pues se ve si el niño o la niña aprenden al momento, son más plásticos, o sinestésicos, les interesan las matemáticas o las humanidades… Y esto solo aplicado al aprendizaje. Podríamos también mirar cómo está su núcleo familiar, cómo aprecia a la madre, qué vínculo tiene con el padre o qué anhela que se le reconozca.
«Para mí la espiritualidad va más allá de la tecnología: implica apagar el ordenador, pegarse una caminata, cocinar con los amigos, tener una tarde de sexo embrutecido o una charla agradable con el vecino en el tramo de la escalera.»
Ves que es que la carta aporta mogollón de información y por eso también es una herramienta de autoconocimiento. Pongamos, por ejemplo, que mi pareja tiene la Luna en Escorpio y yo la tengo en Acuario. Posiblemente yo sea un tanto desapegado, entre, salga, valore la libertad como prueba amorosa y afecto. Sin embargo, mi pareja, con esa Luna escorpiana, es mucho más sensible, necesita que le recuerden que le quieren, tiende a rumiar los problemas y puede que me eche en cara cosas que yo había pasado totalmente por alto por no darles ningún valor.
Digamos que analizar una carta, o la de la gente que nos rodea, nos permite también regular nuestras relaciones o comprender un poco asuntos como, por ejemplo… no sé: que mi sobrino huya del contacto emocional, o que mi hermana sea una friki de la informática o mi padre tenga una tendencia a controlarlo todo solapadamente… No sé. Lo que toque.
Toda esta información, ¿te sirve a la hora de escribir textos literarios?
También, también. De hecho creo que interpretar una carta natal o una lectura de tarot implica una narrativa, una suerte de literatura. Piensa que todo el recorrido del zodiaco es una historia estupenda que va desde el nacimiento y el primer aliento y grito de vida, el nacimiento de Aries, hasta la muerte y disolución en los mares de Nun del signo de Piscis.
Cuando escribo, o cuando ando metido en algún relato, no puedo dejar de imaginarme la carta natal de mis personajes. Y tampoco es algo tan extraño, esto es, que la literatura y la astrología converjan: estoy pensando en Pessoa, que era un flipado de los astros, o en JK Rowling, que construyó toda su saga de Harry Potter con una cantidad de elementos astrológicos que lo flipas. Harry, por ejemplo, es leonino y cumple en agosto o a finales de julio; están Hermione y Ron, que son puro ejemplo del eje Virgo-Piscis, los hermanos gemelos de Ron, mega Géminis, o Snape, tan escorpiano o saturnino, y Dumbledore, puro Sagitario.
Y puedo seguir tirando del hilo de referencias astrológicas y literarias. O será que yo ando con la antenita puesta y por eso me saltan tanto a la vista. La polaca Olga Torcarczuk tiene una novela llamada Sobre los huesos de los muertos donde la protagonista sabe un montón de astrología (la propia Olga es una acuariana con luna en Escorpio a la que le encantan los astros). O me viene a la cabeza un relato de García Márzquez de Doce cuentos peregrinos, donde el protagonista se queja de ser Piscis y no Tauro, o «El hombre sirena» de Samanta Schweblin, donde también los personajes se preguntan los signos del horóscopo, o las reflexiones sobre el temperamento y la bilis, base de la astrología tradicional, que hace Valeria Luiselli en Papeles Falsos.
Hace poco acabé una novela de Margarita García Robayo, Lo que no aprendí, en la que el padre de la protagonista reflexiona sobre planetas, hace rituales con eclipses, hasta les cuenta a los hijos que viene de Venus. A mí todas estas pildoritas literarias me encantan, te puedes imaginar.
¿Alguna vez te hiciste leer tu carta astral por otra persona? Y si fue así, ¿te sorprendió?
Pues he tenido experiencias mejores y peores. Por lo general se lo suelo pedir a mis maestros y maestras, esto es, la gente con quien he estudiado. Me interesa ver qué técnicas usan y toda la movida. Ahora, hace un par de semanas, he estado trabajando con Lourdes Muñoz, una astróloga a la que aprecio mucho, para poder rectificar la carta natal de mi padre. Y estoy muy, muy contento con su ayuda.
Todo, absolutamente todo, puede ser representado astrológicamente. En el lenguaje alquímico se usa un verbo muy bonito: significar, que es algo así como representar o simbolizar. Por ejemplo, ahora nosotros estamos hablando y, por tanto, yo podría decir que estamos en una situación mercurial o geminiana, si te apetece. Claro, tú me estás entrevistando y yo estoy en el centro, yo me siento una figura solar o podemos hablar de la relación casa I y VII donde estoy yo, ascendente, versus el otro, mi casa VII.
A su vez podríamos describir mi casa que recibe mucha luz, una casa solar, pero que está súper desordenada y tiene libros y papeles por todos lados, Mercurio en Piscis. Está la guitarra en esa esquina, que puede ser también pisciana o venusina porque me lo puedo pasar muy bien cantando. Vemos entonces qué fuerte, simbólico, evocador es el lenguaje astrológico.
Y es lo mismo que cuando trabajas con el tarot: si a ti te sale la Papisa en una tirada, no es solo la Papisa, es todo lo que ella conlleva consigo misma desde la gestación, huevo, reposo, embarazo, escritura, recogimiento… Es muy interesante porque creo que existen paralelismos entre la astrología y el tarot. Al menos como lenguaje simbólicos y predictivos. Es más, hay tarotistas que utilizaron elementos astrológicos para sus barajas. Yo puedo hablar, por ejemplo, del Colgado y alguien puede decir que tiene equivalencias con Neptuno. La Papisa es bastante lunar con su variabilidad y sus ciclos. El Mago puede ser un arquetipo mercurial que juega y que mueve las cosas de su sitio. Sabes lo que te quiero decir.
¿Cómo fue el trabajo astrológico en el primer año de la pandemia? ¿Cómo fue el clima astrológico en el 2020? A nivel astrológico, ¿se predijo la crisis de COVID-19 o de pronosticar la pandemia?
El COVID como tal no. Pero recuerdo en el 2017, en el Congreso Iberoamericano de Astrología, una conferencia de Elvira Usón, que creo que es maña. También hubo una señora brasileña que no recuerdo su nombre. Ambas trabajaron sobre lo que se llama el índice de concentración planetaria y vaticinaban un mondongo requetegordo.
La Usón mostró los gráficos Gouchon, un astrólogo francés. Era como ver la línea de la bolsa. Si te fijabas la línea del 2020, la línea caía en picado. Bueno, llevaba cayendo ya un tiempo. Algunos astrólogos hablaban de la caída del capitalismo; otros de un nuevo orden de conciencia y yo qué sé qué movida. Yo no hago astromundial pero no hacía falta ser muy listo para darse cuenta del batacazo que se nos echaba encima. Se veía que en el 2020 había una acumulación planetaria muy gorda en Capricornio. Júpiter, Saturno, Plutón, el Nodo Norte… más los planetas que pasaban de largo.
De hecho, en noviembre de 2019 di en Madrid un taller de fin de semana con una compi y astróloga, Bárbara Mezo, en el que la charla de Saturno la titulamos «El 2020, año bisagra». No quisimos ponernos muy catastrofistas pero trabajamos mucho con esta idea de Saturno, que cualquier tarotista bien podría identificar con el arcano XIII, ese esqueleto con una hoz que siega lo inservible, y que astrológicamente representa frío, recogimiento, vejez, muerte, parálisis… Claro, en el taller se habló mucho del 2020 como un momento de recesión, crisis económica y un punto de bisagra a nivel mundial. Un año muy jodido pero ni idea del COVID. En fin… A toro pasado ya se le ven los cuernos.
¿Y con el 2021?
El 2021 engancha un poquito con esa línea del año pasado y a partir del 2022 con el ingreso de Júpiter en Piscis, donde se domicilia, y empieza todo a subir. Me atrevería incluso a decirte que, desde un punto de vista de astrología mundial, que yo no controlo, lo peor ya pasó. En el 2021 vamos a renguear un pelín, solo un pelín, y en el 2022 ya tendríamos que ir saliendo del hoyo. Para el 2025, con Júpiter y Urano en Tauro, los expertos y expertas de astromundial prevén un resurgimiento económico de la hostia. Eso es a nivel planetario, o de naciones, o astromundial, que se llama.
Luego, a nivel personal, la cosa se mueve un poquito diferente. Tenemos, por ejemplo, la concentración planetaria que se dio en Acuario allá por el mes de febrero y que fue tema de uno de mis últimos talleres: ¿qué pasaba con tanto planetita junto? ¿Cómo nos afectaba a cada uno y una? Porque está claro que eso sensibilizaba una parte de nuestra carta y en cada persona se manifestará de una manera distinta, según su propio tema natal. O el ingreso fugaz desde mediados de mayo hasta junio o julio de Júpiter en Piscis, que va a traer ya un montón de bondades al personal, pero que no todo el mundo podrá sacarle el mismo provecho…
¿Y qué más? Bueno, quizá convenga entender que el cielo, dentro de sus circularidades, va apretándole las tuercas a diferentes signos del zodiaco. Durante los últimos años fueron los signos cardinales (Aries, Cáncer, Libra y Capri) los que andaban algo jodidos. Ahora los signos que saltan al escenario, para bien y para mal, con sus tensiones y desafíos, son los signos fijos, esto es, Tauro, Leo, Escorpio y Acuario.
De todas formas, y esto es todavía más, más y más importante, no me gusta hacer predicciones individuales tan generales. Piensa que la gente apenas sabe donde tiene el Sol, que es el día que nacieron o lo que leen en las revistas, pero en la astrología es bastante más compleja y trabajamos con un montón de planetas. Lo mínimo que recomiendo es que la gente sepa dónde les cae el Sol, la Luna y el Ascendente. Y, si me apuras, el regente del ascendente. Pero bueno, con los tres que acabo de mencionar ya es algo.
¿Tienes próximos talleres a la vista?
Como te mencioné, estoy intentando sacar tiempo para unos talleres nuevos sobre sinastrías y tránsitos (este último es de carácter predictivo) y retomar los de introducción a la astrología pero la verdad es que ando muy a tope ya con las consultas y no termino de arrancarlo. Ahora mismo tengo una lista de espera bastante larga, también, quizá, porque estudiar una carta natal requiere de tiempo, hay que echarle ratos, la dejo que repose, regreso a ella… Como decimos entre colegas: desconfía de quien te tiene la carta preparada en un rato o quien te la levanta al momento. En cualquier caso, estoy muy contento con cómo me van las cosas.
¿Y es posible conectar la espiritualidad con la tecnología? ¿No suena algo paradójico?
Pues me encanta que me hagas esta pregunta y es que yo soy un poco zopenco con el teléfono y todo esto de las redes y demás me desquicia…
Pero a ver, por partes: quizá lo que me gustaría dejar claro es que para mí la astrología, a pesar de hablarnos de cierto orden, cierta unicidad, conexión con el cosmos y todo eso, mantiene ese punto muy, muy práctico. ¿Con esto qué quiero decir? Que tú puedes ser la tipa más escéptica a nivel espiritual y sin embargo venir a mi consulta para resolver tu duda de si dejas el trabajo o le pones los cuernos a tu pareja o te apetece cambiar de país o te preocupa la salud de tu padre. Lo que sea. No sé si entiende lo que quiero decir.
O, por ejemplo, a mí me gusta meditar, practicar yoga y toda la movida, pero la manera en que me enfrento a la carta es desde una perspectiva técnica y de estudio. No soy ni psicólogo, ni gurú, ni guía espiritual, ni Jorge Bucay ni nada de eso. Vamos, que no voy ofreciendo una astrología del despertar del espíritu ni de autoayuda ni de que tengas que ponerte en contacto con la sombra o evolucionar… ¿Evolucionar quién? ¿Quién soy yo para decidir qué individuo está más evolucionado o menos? ¿Qué lo determina? ¿Mis ingresos? ¿Mi educación? ¿El lugar donde nazco? ¿Las preguntas que me formulo? Creo que hay algo muy discriminador en este concepto. ¿O sea, que una chavala del barrio en Brooklyn está más evolucionada que una de un barrio de Tegucigalpa? ¿O yo, por saber astrología, estoy más evolucionado que el resto de la gente? Pues no.
Me abstengo de predicar grandes verdades, saltos cuánticos, quintas dimensiones, cambios de era y todas estas mandangas que sí que se encuentran por las redes. Paso. Mis escritos son una excusa para hablar del cosmos de manera guasona. Nada más. Y es así porque sino significaría que me estoy pasando por el forro una clave astrológica básica y es que, más allá del posible componente espiritual de la astrología, lo de arriba siempre debe ser cotejado con lo de abajo, esto es, lo que pasa en el cielo debe compararse y estudiarse con el tema natal de cada individuo. Por eso conviene cuidarse y revisar las generalizaciones de los pronósticos astrológicos y esas verdades para todo el mundo y desarrollar un poquito de más sentido crítico con los medios que se consumen. Si no, ¡imagínate!, cada individuo andaría atravesando el mismo periodo: y mañana todos los Aries andarían muy felices y pasado los Virgo encontrarían trabajo y la semana que viene los Géminis andarán muy chistoso porque hay Luna Nueva.
De hecho, a día de hoy existe mucha discusión entre la astrología clásica y la astrología moderna o astropsicología. Esta última sí tira mucho más de la espiritualidad, combina conceptos junguianos, habla del niño herido, la sombra, el sí mismo, la toma de consciencia, lo evolutivo. Me parece bien. No tengo nada en contra. Pero creo que los que la practican asumen un papel de guía místico que no me interesa en absoluto, se embarcan en discursos mega abstractos por no hablar de que añaden demasiados elementos en sus análisis, trabajan con asteroides y aspectos menores. Al final todo acaba siendo una enumeración inconexa. Pero bueno, esto es un tema muy largo. Y de nuevo es solo mi opinión.
Entonces supongo que para mí la espiritualidad quizá va más allá de la tecnología: implica apagar el ordenador, pegarse una caminata, cocinar con los amigos, tener una tarde de sexo embrutecido o una charla agradable con el vecino en el tramo de la escalera. No necesito que nadie me diga que el mes que viene será un periodo de transformación profunda porque ya vivo en continua crisis y antes que por Youtube los griegos avisaban de que todo fluye con su Panta Rei.
Emilio está en Instagram como @mochila_astro, en Facebook es @mochilastrologica y @Mochila_Astro en Twitter. También lo podés visitar directamente en su web por aquí.