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La performance como materia de la vida

 

TEXTO: GHADA MANSOUR
FOTOS: VIOLETA LEIVA

Junio de 2019

Detrás de los edificios de la Heinrich-Heine Strasse, en el barrio de Kreuzberg, se esconde la guardería bilingüe en español y alemán Alegría. Es una tarde de verano y se celebra una fiesta de cierre de año que incluye a niños y padres. Se ofrecen actividades en diferentes espacios. En uno de ellos, estoy yo, una de las primeras en llegar, y un educador. A su lado hay un banco de esos alargados que se suelen ver en los Biergarten. Nada más, algo que normalmente no me hubiese llamado la atención. Pero sé que algo está por ocurrir. El educador me explica con una sonrisa en la cara en qué consiste la actividad que ha ideado el profesor de Deporte: tengo que abrazar el banco y tratar de dar la vuelta sin tocar el suelo. Me pregunto a mí misma por qué, pero no se lo pregunto a él. Sólo obedezco. De pronto me siento absolutamente ridícula tratando de dar la vuelta abrazada a un banco. Y no es nada fácil. Ahora, el banco me parece invencible. Lucho para no caerme. Pero su madera maciza es más fuerte que yo, y sucumbo ante su poder. Caigo boca arriba. Me cuesta ponerme en pie.

En una ocasión anterior ya había tenido que vérmelas con un banco de Biergarten en una fiesta de verano de Alegría. Entonces la propuesta era del profesor de Arte, quien, cámara en mano, comenzó preguntándome ¿qué es el arte? Acto seguido, me pidió que subiera a un banco, me puso un gorro, me dio un palo y me dijo “Esto es un barco, tienes que remar”. Delante había un ventilador en marcha… Y filmaba la escena.

El profesor de Arte y educador de Alegría se llama José del Palo (Málaga, 1979). Las actividades para padres e hijos que organiza en las fiestas de la Kita (como se conocen las guarderías en Berlín) suelen tener como protagonista a uno o varios objetos que después se convierten en otra cosa. En la interacción con el objeto, el rol del sujeto cambia. Esa es la verdadera experiencia a la que invita José. En sus propuestas estrafalarias no hay una pizca de ingenuidad. Por el contrario, yace la convicción de que el arte de la performance es un arte escondido, que puede estar en cualquier lugar, en cualquier objeto, en cualquier acción. Un arte que, aunque no se vea, se manifiesta continuamente.

José del Palo llegó a Berlín hace catorce años. Es performer y también traslada la performance a los cuadros hiperrealistas y de gran tamaño que pinta. Sus padres no querían que estudiara Bellas Artes por la falta de perspectivas laborales. Por eso, empezó estudiando arquitectura. Y aunque le gustaba mucho el dibujo técnico, el cálculo no era lo suyo y decidió cambiar de rumbo. Ese verano, sus padres se enfadaron con él, pero consiguió llegar a un acuerdo: haría la prueba de acceso a Bellas Artes y, si aprobaba, cambiaría de carrera. Aquel verano lo pasó comiendo helado y escuchando un casete que tenía de los Earth, Wind and Fire mientras se preparaba para la prueba. Finalmente la hizo. Y aprobó.

Sus estudios los finalizó en la Facultad de Bellas Artes de Valencia. Los dos primeros años los estudió en Granada. “Realmente empecé a estudiar Bellas Artes en Valencia”, dice. De allí se fue a Portugal, donde realizó un proyecto con unos amigos que duró un año y marcó su vida. Cuando la comunidad con la que trabajaba en Portugal se deshizo, él se mudó a la capital alemana.

Quedamos en un bar de la Oranienstrasse. Paso media hora buscando aparcamiento: el barrio de Kreuzberg está tan lleno de gente como de autos. José está esperando pacientemente en la puerta.

¿Cómo llegaste a Berlín?

Mi idea era continuar con la performance. Vine a Berlín porque el proyecto que estábamos haciendo en Lisboa era un proyecto de comunidad, de esos que sueles hacer con veinte años, cuando aún crees en lo que estás haciendo. Y te juntas con una serie de amigos, no importa el dinero, no importa nada, la familia se olvida y te dedicas única y exclusivamente a eso. Entonces alquilamos con muy poco dinero una fábrica que estaba a las afueras de Lisboa, justo a la vera del río, en el lado sur. Era un lugar impresionante, idílico. Aquella fábrica había sido un almacén en el pasado. Antes de que se construyera el puente que estaba allí, los barcos utilizaban una serie de fábricas como almacén para llevar la mercancía de lado a lado del río. Eran almacenes de productos. Tuvimos la suerte de que, en los años noventa, en uno de ellos, había un grupo de teatro que se llamaba Olho teatro, “ojo” en portugués. Era un grupo tipo Fura dels Baus, un grupo vanguardista, performance. Ellos tenían un espacio en ese lugar, y por suerte cuando nosotros llegamos allí todavía quedaba uno y nos ayudaron a instalarnos. Nosotros continuamos entonces haciendo performance. Hay un grupo aquí en Alemania llamado Fluxus, y nosotros trabajábamos en esa órbita. La idea era llevar la performance a lo cotidiano. Trabajábamos con objetos, con espacios, salíamos al espacio público, teníamos talleres donde hacíamos experiencias de sonido, trabajábamos con lo que nos encontrábamos porque no teníamos dinero. 

“Nuestra idea era convertir la realidad en algo inusual.”

Y cualquier situación que ocurría, por ejemplo, ésta —al empezar la entrevista se cayó un vaso de agua en la mesa—, era objeto de performance. Nosotros vivíamos así. Básicamente nos levantábamos por la mañana, nos sentábamos a tomar un café, que eran cafés eternos de dos o tres horas, y con cualquier situación que ocurría enseguida todos empezábamos a reaccionar. Eran cosas que podrían parecer ridículas, pero utilizábamos todo eso. De repente el papel se moja, y ese papel sirve para crear algo en la pared. Nuestra idea era convertir la realidad en algo inusual. La gente nos miraba como si estuviésemos locos.

Imagino que fue una época emocionante…

Súper emocionante. Y una escuela. Una escuela filosófica absoluta. Luego llegué aquí a Berlín y la manera de trabajar era diferente. La performance aquí es mucho más académica. Empecé a encontrarme que, para trabajar aquí la performance, los colectivos eran mucho más inaccesibles. Había que trabajar en espacios ya reservados para ello, protegidos de alguna manera para este arte. Era una especie de evento artístico que se realiza en espacios como pueden ser las galerías o los museos. En definitiva, mi experiencia aquí no fue muy buena y poco a poco fui perdiendo el interés, tal vez porque no encontraba esa manera de hacer que traíamos de Portugal.

¿Qué es la performance?

Es un acontecimiento artístico en el que hay una presencia, donde no hay un objeto. No se busca la creación de un objeto, sino que se basa básicamente en la acción del performer. No es teatro, porque no hay un guion establecido, si bien puede haber una estructura básica, como, por ejemplo, una serie de materiales. Pero no hay un guion, no hay una serie de frases o palabras que tienes que repetir para entrar en conexión con la otra persona. O una coreografía establecida en la que hay un movimiento sincronizado. El evento se desarrolla en función de las energías que se viven en el momento, de tal manera que es un evento de arte vivo en el que no hay un límite establecido.

– – – 

La historia del arte performático empieza a principios del siglo XX, con acciones en vivo de artistas de movimientos vanguardistas. Nació como un arte que no necesitaba de plataformas, como puede ser un teatro o una galería. Su objetivo principal es crear una reacción en el espectador. Una tarea no tan sencilla, pues el artista tiene que encontrar la forma de expresar lo que percibe frente a sus ojos y convertirlo en una obra de arte.

José me explica una anécdota: un día, un niño escupió encima de la mesa. Lejos de amonestarlo, él decidió observar lo que ocurría. El niño empezó a extender la saliva por toda la mesa. Acto seguido, los demás comenzaron a seguir su ejemplo. Fue un momento altamente creativo a ojos de este artista malagueño: la saliva, ese material viscoso, transparente, se convirtió en un material con el que experimentar.

¿Siempre has vivido en Kreuzberg?

Las dos primeras semanas viví en casa de una amiga, en la Skalitzer Strasse. De ahí, un amigo de ella que vivía en la Oranienstrasse se fue y me dejó el piso. Y ahí me quedé, y seguimos viviendo aquí.

¿Por qué Kreuzberg?

Porque es el mejor barrio de Berlín. Para mí es un barrio donde todavía se ve que la gente reivindica la calle como un espacio que es nuestro. Me gusta la vida de barrio y no suelo moverme mucho. Aquí sientes que hay unas fuerzas en tensión. Lo sientes y lo ves, porque aquí hay manifestaciones cada dos por tres. Hay un conflicto entre la comunidad turca, la comunidad española, la comunidad portuguesa… Y todas las comunidades están funcionando. El conflicto no es un término peyorativo para mí. El conflicto hace que se generen tensiones que crean cosas. Hay una escena tecno, mezclada con la escena kneipe, la escena kneipe absorbida por el turismo español. Y ves todas esas cosas funcionando.

¿Qué tipo de artista eres ahora?

A mí me ha resultado muy difícil decidirme por una disciplina. En su momento lo busqué, porque de alguna manera para conseguir ganarte la vida como artista y entrar en el mercado del arte necesitas tener un trabajo con más o menos reconocimiento, dirigido hacia una disciplina: ser bailarín, ser performer, ser pintor o ser escultor. Intenté buscar una dirección fija, pero nunca lo conseguí.

¿Es necesario?

No es necesario. Al final un artista lo que tiene que hacer es lo que le dé la gana. Es un poco difícil, porque hay que tener en cuenta la parte económica, pero cada uno tiene que lidiar como pueda con eso. Es difícil, porque hay mucha gente que se parte los cuernos para vivir de ello y no lo consigue. A veces yo me sentía mal porque no tenía dinero. Por eso, lo que hago a día de hoy es tener mi trabajo como profesor de arte en una guardería, y el resto del tiempo se lo dedico a mi trabajo artístico. Y como tengo la base económica resuelta, hago lo que me da la gana. Yo en un momento dado dejé la performance como práctica, y en esa transición de dejar de hacerlo como práctica se convirtió en una manera de pensar. Ahora estoy dedicando bastante tiempo a pintar, pero pinto performances. Pinto acciones de otros performers que me interesan, pinto escenas. Pinto realista, hago fotografías de una escena, que suelen ser frames de una performance, y las pinto. Entonces la performance está incluida en mi trabajo pictórico.

Además de artista eres educador. ¿Cómo describirías tus clases a los niños?

En realidad, yo no soy educador. Pero ya hace once años que trabajo en una guardería. Y sigo trabajando ahí porque me di cuenta de que podía trabajar con los niños siendo performer. Y encontré que había una conexión de entendimiento mutuo, de equivalencia entre el niño y yo que funcionaba, y que incluso a día de hoy creo que funciona mejor que el intento que hace la educación de crear una persona que es el educador, y otra que es el niño, una relación en la que el subordinado tiene que obedecer al primero.  Esa equivalencia era algo que ya buscaba en mi trabajo como performer. A veces me quedaba mirando a alguien del público para crear esa relación, para crear esa dialéctica de quién es el artista y quién es el público.  Otro ejemplo: si de repente caía agua sobre la mesa, y yo ponía papel encima, yo intentaba en cierta manera sentirme como ese agua para encontrar una relación de equivalencia con el material, con el objeto. Trabajando con niños, esto hace que se consiga crear una relación de tú a tú. Y te hace entender ciertas cosas que como educador no consigues entender.

Parece que el trabajo con los niños te aporta mucho…

Siempre. Continuamente. De hecho, hace poco pinté un cuadro en el que estoy fregando el suelo mientras dos personas levantan los pies. Esto está inspirado en algo que ocurrió un día en el que estaba fregando después de una de mis clases, y los niños, sin que yo se lo pidiera, levantaron los pies y empezaron a reírse. Después de haber terminado, los niños seguían con los pies levantados y se reían. Para ellos solo se trataba de una acción divertida. No es fácil entender ese momento en el que los niños tienen un punto creativo. Porque no hace falta que hagan un dibujo, sino que cualquier cosa que hagan es potencialmente creativa. Pero hay que saber verlo, sobre todo para poder trabajar en tu trabajo y estar motivado haciéndolo.

¿Cuál es el papel del educador entonces?

Para mí, el educador debería de ser un performer. En vez de estar continuamente dando órdenes, o dirigiendo, u organizando, o enseñando competencias sociales, lo que debería hacer es performance.

En la web de José del Palo encontrarás su trabajo artístico.

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