TEXTO: KAREN ALMENDRA BYK
FOTOS: MICAELA MASETTO
Mayo de 2019
La Taura tiene veinticinco años, nació en Argentina y vive en Berlín desde agosto de 2018. Cuando me agrega a Facebook me entero de que su nombre es Franco, aunque nunca escuché que nadie la llame así. Antes de este encuentro tengo algunos datos de su vida. Sé que es de Zárate, una ciudad de cien mil habitantes que se encuentra al norte de Buenos Aires. “Una ciudad con mentalidad de pueblo”, me explicará después. También sé que es maquilladora y que Taura es el nombre de su personaje drag queen. Para la personificación se prepara con el maquillaje, la ropa y los accesorios, esto es lo que quiere decir cuando habla de “ir montada”. Muchas veces a lo largo de la tarde usamos esta expresión.
Juntas pasamos muchas horas hablando de género, binarismos y deconstrucción. Cuando le propongo hacer una entrevista, su respuesta es inmediatamente entusiasta. Me invita a su casa, un departamento en Neukölln que tiene un mapa astrológico pegado en la pared de la cocina. Allí viven solamente ella y su amiga de Argentina, pero siempre tienen invitados y habitan todos juntos el único cuarto de la casa. Ahora está su hermana, que vino desde Zárate, y me ofrece un guiso de lentejas. “Yo les aviso cuando esté listo, ustedes vayan a charlar”, nos dice. Todo en este lugar me hace sentir como en casa.
Ya en el cuarto, Taura prende un palo santo y nos sentamos las dos en la cama. La charla es relajada: hace chistes y habla rápido porque se emociona cuando está expresando una idea. Es muy plantada y frontal. “Bueno, contame, ¿qué es lo que tengo que decir?” Así empieza nuestra tarde.
Drag-queen, según algunas definiciones, es exacerbar las cualidades femeninas para un espectáculo o show, burlándose de las nociones tradicionales de género. ¿Cómo lo ves vos?
Exactamente. El drag es una excusa, un arte, una pasión. Drag remite a una palabra que usaba Shakespeare en sus obras: DRess As a Girl, DRAG. Las mujeres no tenían permitido actuar, entonces los hombres hacían de mujer. Después, en los setenta, ochenta, nos apoderamos de eso para crear el drag queen. Empieza como un hombre haciendo performance, que puede ser lo que quiera: stand up, baile, danza, lipsing (que es cuando actuás como si estuvieses cantando en vivo, pero en realidad movés los labios), actuación, recitar poesía, protesta en una calle… todos los escenarios artísticos. Originalmente eran solamente hombres haciendo personajes femeninos. Con la deconstrucción vimos que el drag no solamente puede ser interpretado por hombres cis-género, sino por cualquier persona en el abanico de género e identidades sexuales. Hay una frase de RuPaul que dice Trans is what I am, drag is what I do [Trans es lo que soy, drag es lo que hago].
Vivimos en en una sociedad que acostumbra poner las cosas en cajas, categorizar: sos alto o sos bajo, rico o pobre, lindo o feo, hombre o mujer. El drag no puede ponerse en ninguna caja, ni en la de hombre ni en la de mujer. Es una parte del cross-dressing, la acción que cambia el código de vestimenta o autopercepción al que nos imponen desde el nacimiento. Pertenece a la categoría de travesti o transgénero: es la parte escénica o dramática de eso, es una expresión performática.
¿Cómo llegaste a decir soy drag? ¿Quiénes fueron tus primeros referentes?
Yo hago teatro desde los quince años, y a los diecisiete me vestí de mujer por primera vez para una obra. Ganamos un concurso en Zárate, una competencia intercolegial. En ese momento lo hice sin tener conocimiento de lo que era drag, sin maquillaje ni nada. Estaba haciendo drag sin saber lo que era.
Mis primeros referentes fueron [los comediantes argentinos] [Antonio] Gasalla, que será facho pero en eso fue pionero, [Humberto] Tortonese… Fueron pioneros, me hicieron preguntar: ¿qué hay acá?, ¿qué sucede? Más de grande empecé a ver RuPaul, alrededor del 2013. Ahí entendí lo que era el drag, por qué se hacía, y arrancó esta cuestión de querer meterme y ponerle el cuerpo. Yo puedo hacerlo, yo puedo maquillarme, yo quiero.
Los primeros dos años y medio me interesó el drag en un sentido mas “rupaulero”, donde se busca la feminidad y la belleza como imposición, como lo hegemónico. Si sos drag tenés que ser linda o flaca, tener ropa linda, todo en una gama primermundista hegemónica. En los últimos dos años, estoy explorando el drag desde otro lugar, mezclando todas las identidades, llevándola a una expresión en donde no se pueda decir si es linda o lindo, que no puedas dividirlo en género.
¿Terminar de borrar las cajas que nos encasillan?
Exacto. Que si quiero puedo salir sin corpiño en pechos con la cara maquillada, con unos tacos y con barba. Quebrar más todavía lo que hay que quebrar.
Rupaul decía You can call me he, you can call me she, just as long as you call me [Podés llamarme él o ella, mientras que me llames]. ¿Cómo lo entendés vos?
Totalmente. Me siento identificada, identificado o identificade (me da lo mismo que me llamen como cualquier género), con el no-binarismo. No me percibo varón con los roles de género que eso implica, tampoco me percibo mujer. Me autopercibo como gender-fluid o non-binary. Hay gente que le decís eso y se pone nerviosa con cómo llamarte y para mí es todo lo contrario: relajá, porque yo lo tengo relajado. Entiendo que mi género es un challenge para el resto: sentite libre de llamarme como tu cabeza sienta en cada momento. Estoy en un momento de mucha apertura y descubrimiento. Quiero llevar esto a la gente: experimentá un poco lo que es el no-binarismo. Como vos me quieras llamar va a estar bien. A veces me vas a llamar de femenino, a veces de masculino y no lo vas a entender: va a ser tu cerebro deconstruyéndose solo y entendiendo que hay gente que no le va ni una cosa ni la otra, solamente es. Para mí, el futuro es no-binario, no hay duda.
Tu nombre de nacimiento es Franco, y Taura es tu personaje drag. ¿Cómo es el vínculo entre tu yo Franco y tu yo Taura? ¿Cómo aporta cada uno a tu identidad?
Yo llegué a Berlín el 15 de agosto del 2018. Arranqué el viaje y, sin saberlo, a Franco lo dejé en Buenos Aires, con la necesidad de expandir mi cabeza, mis alas, mi ser, mi todo. Eso me ayudó a empoderarme: la construcción de mi identidad de género es algo que me pasaba hace años y en Buenos Aires no había tenido la tranquilidad ni estabilidad como para pensarlo. Hoy soy La Taura acá, y me encanta. Es una construcción que, sin darme cuenta, arrancó hace mucho y tuvo su finalización acá en Berlín. Me tratan en femenino todo el tiempo y me encanta. Me llamo Franco y nadie me dice Franco, a veces incluso me es raro escucharlo, en mi trabajo, por ejemplo.
“Entiendo que mi género es
un challenge para el resto: sentite libre
de llamarme como tu cabeza sienta en cada momento.”
O sea que La Taura excedió el personaje de drag y pasó a ser parte de tu identidad.
Totalmente. Empecé a hacer drag llamándome Emily Krueger, como algo femenino de ponerse en tanga, corpiño, peluca larga y ser gorgeous. En algún punto, sentí que mi búsqueda en ese sentido había finalizado. Tenía veintidós años y podía ser linda, divina, flaca, rubia, morocha. Ya había llegado a eso. Quería explorar por otros lados. Hoy, en Berlín, no voy a boliches a hacer lipsing y esas cosas porque siento que mi plataforma ya no es esa. El formato RuPaul es meramente estético, se utiliza para modelaje, lipsing, fotos. No está mal, pero como único formato monopólico me hace ruido. RuPaul dijo cosas muy transfóbicas, como que una mujer trans no puede hacer drag porque es mas fácil para ella. Si ampliás tu visión y entendés que el drag no pasa solamente por algo femenino, no tendría por qué importar que haya una mujer: si hay un challenge donde haces algo no-binario con bigotes y tacos, la mujer tiene otros desafíos.
El drag es una respuesta política, de orgullo, de empoderamiento. ¿Que más contestación a un sistema heteropatriarcal binario hay que una drag-queen? Es arte protestante en la calle diciendo me chupa un huevo tu “cistema” de mierda. “Cistema” con ce, por cis-género. Yo desde hace tres años que me pongo siempre el pañuelo verde.
Yo soy de Zárate, una ciudad pequeña, colegio cheto y caro. Sufrí bullying muchísimos años, de parte de gente que creía tener las cosas más claras que yo en cuanto a sexualidad. Quizás hoy La Taura es esa bandera que llevo y sirve como arma para exigir que nadie tenga que pasar por lo que yo pasé. A mí me dijeron gay antes de que yo supiera que soy gay: surgió antes en el resto la molestia a lo diferente que en mí la pregunta a lo diferente. Yo ni siquiera me lo preguntaba. Desde los siete, me dicen marica o gay. Para que nadie tenga que pasar por eso, La Taura se para tan de frente.
En esos años de adolescencia en Zárate, ¿encontraste algún ambiente donde sentirte cómoda y expresarte? ¿Qué consejo le darías a alguien de dieciséis años que esté atravesando algo parecido, o incluso a vos misma?
Creo que desde el 2009 hasta hoy Zárate debe haber cambiado mucho. A mí me han corrido cuadras para escupirme por ser gay, o encerrado en rondas a reírse de mí. Un golpe duele, pero un golpe psicológico queda muy marcado y es difícil construir personalidad arriba de eso. Creo que hoy las cosas cambiaron un poco: la primera figura gay que vi en los medios fue la de Sebastián Bollán en Gran Hermano 2007. Hoy RuPaul es mainstream. En ese momento estaba en debate el tema de la homosexualidad y el matrimonio igualitario, no tanto la identidad de género. Ahora que la sociedad evolucionó un poco, nos damos cuenta de que, si bien los gays tenemos más derechos, los trans están invisibilizados y ahí hay que hacer foco.
Mi consejo para una persona de dieciséis es: rodeate de gente que te quiera, andá a espacios abiertos, andá a teatro, acercate al arte diverso. Hace dos años participé de un grupo diverso de Zárate donde hicimos un encuentro. Leí un poema de Suzy Shock, que recomiendo mucho: “Reivindico mi derecho a ser un monstruo”, se llama. Hoy hay muchos espacios de sororidad y feminismo. Acercate a la ola feminista, que va a saber entenderte. Acercate a esos espacios donde se blendea [suaviza] esa cuestión de los límites de géneros.
Yo tuve el privilegio de que mis viejos son súper abiertos. Aunque al principio fue difícil con el drag, antes de venir a Berlín vinieron a mis últimos tres shows a gritarme Taura en primera fila y sacarse fotos conmigo. Creo que en la relación con un otro (quien sea, papá, mamá, tío), si tenés un ideal de a donde querés llegar, hay que ser un bote con esa persona: capaz el bote no avanza mucho moviendo un solo remo, pero por lo menos se mueve. Y la otra persona sabe que lo estás moviendo.
A mí misma me diría: no te limites a imitar lo que ves en un reality show, sos mucho más, abrazate porque estás llena de arte. Andá a donde quieras sin tener vergüenza de nada porque el orgullo es una respuesta política a tantos años de vergüenza que nos inculcaron.
En tu trayectoria hiciste dos grandes mudanzas: de Zárate a Buenos Aires y de Buenos Aires a Berlín. Me imagino que los dos saltos geográficos deben haber tenido muchas cosas en común. ¿Cómo viviste esos dos momentos?
En una analogía Pokemón sería algo así como evolucionar: hice Pichu-Pikachu en capital, y Pikachu-Raichu acá. De Zárate a Buenos Aires fue abrir mis alas, romper el capullo. Decir: acá estoy yo. Subir fotos con mi novio a Facebook.
Acá en Berlín fue seguir preguntándome, llevar eso que amo del drag y hacerlo carne propia. Pensar que capaz no es algo que solamente disfruto hacer en el boliche, que empieza y termina, sino que lo llevo y lo siento. No puedo decir bueno, listo, ahora soy Franco. Obviamente, cuando me monto es distinto porque uso tacos, peluca, maquillaje, otro aire. Pero Berlín ayudó un montón a que esto siga explotando y Taura siga creciendo. El lipsing me gustó, pero me aburrió un poco. Ahora quiero probar hacer poesía, performance. En Buenos Aires trabajaba en una fiesta que me abrió la oportunidad de explorar el drag en muchas áreas pero nunca leí poesía; menos en inglés, y menos escrita por mí. Un desafío que me entusiasma.
Berlín tiene fama de ser una ciudad muy abierta en cuestiones de identidad de género. ¿Fue así para vos? ¿Cómo vivís esta ciudad? Y por último, ¿te imaginás volviendo a Zárate?
Llegué a una ciudad donde no me dicen nada por estar en la calle como yo quiera. En Buenos Aires podía hacerlo, pero me podían cagar a trompadas en cualquier esquina por estar montada. Esa intolerancia y violencia no las vivo acá, siento la libertad de expresarme como se me canta. Voy a bares queers y hablo con gente que me dice soy no-binario, soy trans.
El otro día conocí a una chica trans latinoamericana divina, se vino acá a transicionar y vivir su vida. Me hizo pensar que capaz eso es lo que me está pasando a mí, yo también estoy en una especie de transición de Franco a Taura.
Qué bueno pensar que uno siempre puede construir su identidad, que siempre te podés construir como quieras.
Hay una frase que dice We are born naked and the rest is drag [Todos nacemos desnudos y el resto es drag]. Si las mujeres pueden usar pantalones y los hombres pollera: el resto todo es drag. Los procesos de masculinización y feminización de los cuerpos y las cuerpas son los mismos. Cuando llegás a un punto de deconstrucción donde entendés que tu cuerpo es construcción propia, tuya, y que nadie más va a venir a decirte cómo hacerlo, sos libre, te desencadenás. Y yo siento que acá, en Berlín, eso lo pude hacer: me he podido clavar un short tiro alto entangadísimo y voy divina, nadie me dijo jamás nada. Un solo caso tuve de homofobia, unos italianos que se rieron porque yo iba mostrísima pintada en la calle, y fue muy chocante, después de tantos meses de estar ajena a todo esto. Pero acá encontré muchas cosas, es mi zona segura, sin miedo de salir como quiera a la calle. Me compré una peluca hace poco y estoy con ganas de usarla. Tengo plataformas de quince centímetros y la gente no me mira mal, me sonríe.
Y no, ¡no vuelvo a Zárate! —se ríe asustada mientras me responde—. Tengo una vuelta pensada para visitar a la familia, pero es una pasadita. Yo me muero ahí, porque, en lo que a mí me gusta expresarme, no tengo ahí salidas. No está en mi proyecto. Tengo mucho más por vivir y recorrer. Pero sí le tengo cariño y aprecio, Zárate vio crecer a la Taura, desde que me ponía una bota de mi madre. No puedo odiar de donde yo vengo, pero entiendo que no es mi lugar y no volvería, al menos hoy.
Mientras suena la alarma de que se tiene que ir a trabajar, plantadísima, como en todas sus respuestas, Taura me hace un gesto de “un segundo más” con la mano:
“Quería decir una cosa más, aunque no esté entre las preguntas, pero me parece importante. Estuve en el Pride de acá y de Barcelona y no me pareció una respuesta política. En Argentina es una marcha del orgullo en donde se le reclama al estado cosas que nos deben, deudas que nos deben a nosotres, a los colectivos trans, a la gente. El Pride de acá es más una celebración de la diversidad. Me parece que no hay que perder el eje de que todavía estamos siendo gobernados por gente clasista, hegemónica, blanca, heterosexual, con muchos más privilegios que nosotres (al menos, de los que formamos parte del colectivo LGBTIQ+). No perder de vista que sigue siendo una lucha: que lo personal es político, el beso es político, ser marica es político y ser trans y ser drag es político. No perder el eje de esa lucha, porque el enemigo hace mucha fuerza por que lo perdamos. Y no vamos a perder: si queremos que las cosas cambien, hay que salir a la calle… en tacos.”
Podés seguir a Taura en Instagram.