TEXTO: PAULA YACOMUZZI
FOTOS: MICAELA MASETTO
Julio de 2021
Zoltan Kunckel (Caracas, 1975) tiene en la mano un fajo de billetes brillantes como nuevos. Cinco centímetros de dinero apretado que ha sacado de una caja de metal. Con cuidado retira la banda de goma y despliega algunos sobre la mesa. «Tienes que ver que siempre es el mismo billete: aquí todavía eran cien bolívares —dice, mostrando uno verde—, después pasó a veinte mil, el mismo en rojo. Y después llegaron a esto, que trajo mucha confusión porque la gente pensaba que valía cien. Pero no, abajo dice mil. Son cien mil, no le quisieron poner los tres ceros. Esto ya no vale nada. En Venezuela estaban vendiendo la plata por kilo.»
De una caja grande de cartón saca objetos con la estampa de Bolívar. Folletos de campañas políticas, cuadernos escolares, álbumes de figuritas… A continuación pone sobre la mesa dos medallas doradas que caben juntas en mi mano. El escudo viejo y el nuevo, explica. Difieren en el estilo de los dibujos de los laureles, por ejemplo, y lo más obvio es el caballo blanco. En uno, trota hacia la derecha mientras tiene la cabeza girada hacia la izquierda. En el más nuevo, el cuerpo y la cabeza levantada avanzan al unísono hacia la izquierda. Es uno de los cambios en los símbolos patrios que se hicieron en 2006 por pedido del presidente Hugo Chávez. El caballo se giró para sintonizar su marcha con la orientación ideológica del gobierno.
Entre comienzos de los dosmil y el año 2015, este artista venezolano —hijo de madre húngara y padre alemán, de ahí su nombre y apellido y el seudónimo KuZo que comenzó a usar para simplificar— estudió la figura de Simón Bolívar y el desarrollo y apropiación de su dimensión simbólica. Empezó leyendo mucho, le interesaba cómo la política en su país llevaba siempre a una citación del héroe nacional.
«Cuando comencé a compararlo con Europa, Estados Unidos y países latinoamericanos, este héroe histórico no estaba tan presente en la política actual de los países. [En Venezuela] tú certificabas tu campaña política usando a Bolívar como cebo. Eso se fue reciclando y luego viene Chávez y usa ese fenómeno que ya estaba presente. Con el chavismo, el bolivarianismo llegó a unos niveles difíciles de imaginar. Se cambió el nombre del país, se le comenzó a dar importancia a rituales bolivarianos como la entrega de las espadas (se producen 5.000 réplicas de la espada de Bolívar para darle a las visitas oficiales), se le agrega una estrella a la bandera por un decreto que hizo Bolívar en 1817… Hay un overflow de imaginería nueva.»
Zoltan consolidó ya una colección de objetos con la figura de Bolívar para su tesis en la Universität der Künste de Berlín y presentó algunos de ellos en el Museum der Dinge en 2008. Pero la colección no ha parado de crecer porque el fenómeno no se detiene. Este año, además, ha tenido la flamante posibilidad de presentar en Berlín la investigación completa en el Museo de la Democracia, la exposición en el nGbK que examinó la erosión de la democracia y sus instituciones en Latinoamérica a través de acontecimientos recientes y perspectivas realmente diversas.
Su obra en torno a Bolívar comprende también un estudio facial de los retratos que se hicieron en vida del prócer, un tríptico de fotografía con el título Censored-Kidnapped-Threatened que alude al héroe secuestrado y Exhumado, la performance para la que él mismo se disfrazó de Bolívar y que se registró y editó en video. Así pone el dedo en el uso deliberado de símbolos patrios como imposiciones culturales y en el proceso de banalización del héroe nacional.
EQUILIBRIOS
Una maqueta de un edificio gris sobre una columna más alta que una mesa es el único objeto en la mitad izquierda del estudio. Por no haber, no hay estantes ni dibujos ni carteles sobre las paredes blancas de ese lado y el escritorio (una mesa de luz para diapositivas) está vacío, vidrio verde sobre patas de metal. Al menos antes de que Zoltan empiece a desplegar materiales, cuando entramos y mientras me repongo rápidamente de la extrañeza del suelo inclinado.
—Esta casa está torcida —había dicho apenas atravesar la puerta de entrada.
—¿Cómo torcida? —pregunté.
—Torcida.
Es en el sexto o séptimo escalón camino arriba que siento el centro de gravedad de mi cuerpo desplazarse a los talones. La pared del rellano, de un rojo bermejo como el suelo, se curva levemente hacia mí y yo estiro los brazos en busca de apoyo. Ya arriba, la luz diáfana de la habitación me tranquiliza. En la esquina derecha cuelga del techo una escultura de acero cromado. También la sinuosidad de sus curvas y su balanceo grácil alimentado por el aire que entra por un tragaluz me transmiten calma.
Si la maqueta es la reina ascética y sólida del lado izquierdo, la escultura luminosa y serpenteante en el aire lo es del otro, el que queda a mi espalda mientras hablamos sentados al escritorio. Como un yin y un yang, grafican los extremos por los que discurre el artista que las ha producido y no pueden ser más distintas en sus formas y contenido.
La maqueta es una videoinstalación que denuncia la tortura institucionalizada en Venezuela. Lleva el título Unter Palmen ein Grab y reconstruye, a partir del testimonio de personas allí detenidas, la disposición de las celdas de tortura en pleno centro de Caracas, debajo del edificio de la policía secreta nacional. Fue concebida durante una residencia en Berlín Hohenschönhausen, infame centro de tortura durante la República Democrática, de manera que obró una transferencia de la actualidad de Caracas a la realidad de ese mismo espacio cincuenta años atrás.
También en White Torture, Underground Poetry Zoltan abordó el tema. La instalación que realizó en 2020 junto al activista y receptor del premio Sakharov por la libertad de pensamiento Lorent Saleh en el Parlamento Europeo partió de la propia experiencia de aislamiento y tortura de Saleh en Venezuela y buscó emular la vivencia de los sentidos en esas situaciones límite. Efectos visuales en rojo y blanco tras dos años de luz continua o sonidos que semejan un tinnitus después de los golpes se reprodujeron en el tercer sótano del edificio del Parlamento Europeo en Bruselas. Dentro de una celda en el medio permaneció Saleh durante los treinta y seis minutos que duró la acción.
«Nunca había colaborado con alguien que había tenido una experiencia de ese tipo —explica Zoltan—. Había trabajado performativamente tratando de introducirme en una situación, pero esto de alguien que viene de esa situación y está reviviéndola para fines de denuncia fue para mí muy fuerte emocionalmente… Fue sincero, muy visceral. Y también fue enriquecedor.»
Con estas dos obras contundentes ha seguido temáticamente en Venezuela tras su investigación sobre Bolívar y los símbolos patrios.
El móvil de acero, en cambio, es un prototipo, el original mide alrededor de un metro. Zoltan ha producido muchas más esculturas de metal a lo largo del tiempo, algunas se pueden espiar en su cuenta de Instagram. Fueron lo último que expuso en Venezuela antes de radicarse en Berlín en 2015 y próximamente, si la pandemia y sus exigencias lo permiten, mostrará una de ellas en Madrid.
EL LIBERTADOR
—¿Quién fue Simón Bolívar?
—Simón Bolívar es uno de los consentidos de las viejas familias que fundan Caracas. La familia Bolívar recibe su escudo de armas al irse al nuevo continente y tenía muy buenos nexos con la corona española. Inclusive gran parte de su educación él la pasa con familiares y va mucho a España. Queda huérfano temprano y crece con dos maestros de la enseñanza, que son Rodríguez y Bello, dos de las eminencias en América de las nuevas ideas. Fue adoctrinado por ellos en las ideas de libertad e igualdad, valores totalmente revolucionarios en aquel momento.
»Luego la experiencia que él tiene cuando ve la coronación en Madrid del hermano de Napoleón… Cuando vuelve a Venezuela trata de involucrarse con los independentistas, pero, por su posición dentro de la sociedad caraqueña, muchos no le tenían confianza. […] Eso es al principio. Ya la gesta independentista existía en Venezuela antes de Bolívar llegar. Y Bolívar, que heredó cinco fortunas de la época, invirtió hasta el último penny, toda la herencia se le fue en la guerra. Hay muchas cosas que son realidad de ese heroísmo de verdad. Lo dio todo: a nivel físico, intelectual y económico.
»Lo que hasta el día de hoy es verdadero en la visión de Bolívar es la unión latinoamericana, basada en que todos hablan el mismo idioma y tienen rasgos culturales parecidos. En ese momento no prosperó, sobre todo porque las distancias geográficas eran abismalmente largas a caballo. También es interesante cómo trató la liberalización de los esclavos. […] Al final la esclavitud se acabó de verdad, no hubo más trata de esclavos en Colombia y Venezuela. Un logro gigantesco para la época. Aunque hay que recordar que al final se convierte en un dictador. Cuando crea un país bajo su propio nombre, Bolivia.
—Pero tu crítica no es a la figura de Bolívar.
—Mi crítica no es con Bolívar. Bolívar, visto desde principios de 1800 hasta 1830 que muere en Santa Marta, mira, fue una persona admirable. No hay duda al respecto. Lo que sí me impresionó en mi investigación es que fue muy hábil para trabajar su imagen estando vivo. Por ejemplo, la cantidad de medallones que existe de él, que son miniaturas en óleo (el Museo Colonial de Bogotá tiene muchos de ellos), fueron entregadas por el mismo Bolívar a sus almirantes y tenientes como recuerdos de batalla. Es lo que hoy en día hacen los partidos, llenar todo con sus pins. Lo mismo con las espadas. Hay muchas espadas de Bolívar, no una, como dice la gente. Y eso es porque Bolívar entregó muchas espadas.
—Me hace pensar en tu estudio de los retratos que se hicieron de él. Hay que querer sentarse tantas veces y dejarse pintar…
—Pero Bolívar no se hizo pintar. —Saca materiales para mostrarme—. Se hicieron muchas copias. Están los cuadros de José Gil de Castro, pero esa fue una oportunidad en que estuvo con él. Después empezaron a sacar copias y copias, y copias de copias, que se aplicaba mucho. En esa época la posición en la que se pintaban los cuerpos era siempre la misma y el uniforme también. El trabajo se concentraba en el rostro y las proporciones. Hasta el caballo y la colina en unos cuadros son copiados. Entre los retratos de él, hay uno que se hizo temprano que es muy interesante. Pero es difícil de creer que ese sea Bolívar.
»Yo los analicé con una gente que trabaja aquí con Gesichterkennungsoftware [software de reconocimiento facial], observando las proporciones. Por ejemplo, en este cuadro de finales de 1700 parece otra persona totalmente. Después los historiadores del arte te dicen recuerda que no es una fotografía, sino que la fidelidad depende de la capacidad del artista. Por esa misma razón, ahorita cuando exhuman a Bolívar le dan el overhaul con la última tecnología y crean un nuevo rostro. Esa fue una de las razones de la exhumación.
—Porque son demasiado diversos los retratos que existen.
—Totalmente. Pero también tienes los dibujos en carboncillo que hizo un artista colombiano las últimas semanas de vida de Bolívar. Hay muchos de ellos, son siluetas a lápiz. Si ves los cuadros que hizo José Gil de Castro y los dibujos de este artista colombiano en Santa Marta, es la misma persona, son las mismas proporciones de rostro, cabello, la nariz…
—¿Cuál era tu propósito al hacer el análisis facial?
—A qué punto puedo reducir a Bolívar para que lo puedas reconocer todavía. Encontré que eran las patillas, el cabello y la nariz puntiaguda. Todos los cuadros coincidían en las patillas bien entradas, aunque todo el mundo las tenía así en esa época: Miranda, Andrés Bello, San Martín… Pero la calvicie, que tenía entradas de pelo muy grandes y, como le dicen, un pico de viuda del cabello: ahí coinciden todos. Y al final la nariz, que era muy puntiaguda. Yo, además, para llevarlo al extremo, recopilé las descripciones físicas que había en los diarios. Tengo a O’Leary, Sucre, que mencionan el cabello o la nariz de Bolívar. Y todos coinciden. Esa era la fisionomía de Bolívar.
«Lo que falta es que impriman a Bolívar en papel toilet para venderlo. Bolívar se convirtió en una figura pop.»
»En la imagen nueva que hicieron hace poco tiene una mandíbula mucho más pronunciada. Fue hecha con 3D render y no sé qué, que puede ser que está basada en una persona que estaba bien, más corpulento. Hay muchas conspiraciones que hablan que Bolívar fue asesinado, envenenado… Pero hay un libro muy bueno que conseguí yo en Colombia, el diario de la última enfermedad y el último momento. Es el libro del médico, el doctor Reverend, que lo atendió en Santa Marta, y es una descripción del estado físico de Bolívar en sus últimos días. Ahí lo dice el médico: el desgaste físico que tiene este señor encima es una salvajada.
Zoltan despliega una enorme hoja blanca hecha con varias A4 unidas. Hay una línea roja trazada con un rotulador fino que surca de izquierda a derecha. Es un recorrido por los lugares donde estuvo Simón Bolívar desde su nacimiento en Caracas hasta su muerte.
«Nace en 1783, pasa su infancia completa en Caracas y en el 99 arranca. Aquí tienes a dónde va: La Guaira (Venezuela), La Habana, México, Madrid, París, Italia, Hamburgo, Estados Unidos, Inglaterra, Puerto Cabello, Curazao, Cartagena y así. —97 lugares, están numerados—. Y si ves toda la gesta, de pasar los Andes a caballo y la cantidad de kilómetros que estos tipos recorrieron, con pésima vestimenta, pasando por selvas, por enfermedades… Yo no sé cómo sobrevivió tanto tiempo.»
Sus centros de operaciones fueron Cartagena y Bogotá, y de hecho también murió en Colombia, en Santa Marta. En 1842 lo exhumaron por primera vez. El cuerpo debía ir a Venezuela y el corazón tenía que quedar en Colombia. Pero el corazón desapareció.
«Esa exhumación de 1842 fue seria. Hicieron un sarcófago especial para trasladarlo a la catedral en Caracas, que hoy es el panteón nacional. Ahí lo proclamaron libertador. O sea, toda la connotación del espacio es importante. Ahí comienza el proceso de crear esta imagen del héroe: lo exhuman, lo regresan y convierten la iglesia en un capitolio, donde entierran a los dioses. Entonces el altar se quita y en su lugar tienes el ataúd con la estatua de Bolívar. Transforman esta estructura en un mausoleo para él. Después, diferentes presidentes comienzan a utilizar la figura.»
—¿Cómo sigue ese proceso?
—Primero tienes la glorificación y después comienzan los mitos. Y cuando le das rienda a los mitos, y además con el realismo mágico que hay en Latinoamérica… Algo interesante es cómo se percibe a Bolívar según con qué parte de la santería de Venezuela tú hablas. Por ejemplo, si tú hablas con la gente que le reza al Negro Primero, te van a decir que la mamá de Bolívar realmente era negra. Si tú hablas con gente que le reza al Indio Primero, o al Cacique, ellos te van a decir que la mamá era india. Comienza a ser tomado no nada más a nivel político, con los partidos utilizándolo y citando frases de él para que votes por uno u otro. Tienes el fenómeno del sincretismo religioso, que toma a Bolívar y crea la corte de los libertadores, que se coloca con estatuillas en altares, a la cual la gente le reza y lleva ofrendas. Luego tienes un gobierno que toma ese dominio popular y lo estalla aún más, lo banalizan. Ahorita estamos en un punto en que lo que falta es que impriman a Bolívar en papel toilet para venderlo. Bolívar se convirtió en una figura pop.
—Ahí es donde continúa tu trabajo en la actualidad.
—Para mí ha sido una experiencia muy interesante ver que el material sigue creciendo exponencialmente. Pero es una locura. Tú dices hasta qué punto vamos a llegar.
VESTIRSE DE BOLÍVAR
En 2011 Zoltan se vistió de Simón Bolívar y caminó por las plazas y avenidas de Caracas que llevan el nombre del héroe nacional. Todo se filmó y editó con el video y audio de Chávez por cadena nacional. Le pregunto cómo surgió esa idea.
«El performance vino a partir de una conversación que tuve con mi profesor Michael Fehr. Ya había tanto material de Bolívar, que él me dijo lo único que falta es que tú te disfraces como Bolívar. Cuando llegué a Venezuela pasó que cerraron el canal de televisión RCTV. Yo había trabajado con unos comediantes venezolanos muy críticos y ellos trabajaban con una de las maquilladoras con más experiencia en el país. Ella se quedó sin trabajo y empezó a vender empanadas con su hija para poder subsistir. Porque además al canal no le renovaron los permisos, le expropiaron las antenas…, fue todo un escándalo. Entonces les hablé de mi idea de hacer una performance para una serie de fotografías. Ese fue el arranque. Ya después, disfrazado, dije por qué no salimos a la calle y confrontamos a la gente con la imagen de Bolívar.
»En ese momento ya los medios de comunicación estaban tomados. Estaban también intentando tumbar la autonomía de las universidades, que poco a poco lo han ido logrando, quitándoles los fondos. La UCV [Universidad Central de Venezuela], que es patrimonio de la humanidad, se está cayendo. Los pasillos techados se están cayendo porque no hay mantenimiento. Los estudiantes llevan los bombillos y los profesores llevan el papel toilet. Y en ese momento comenzó esa aniquilación sistemática de tanto medio libre de comunicación. Habían cerrado veinte emisoras de radio, dos periódicos regionales… Esa situación que se están apropiando de la identidad nacional, creando este monstruo nuevo, mientras es totalmente lo opuesto de lo que quiere representar en teoría esta nueva identidad nacional (de libertades, nuevas formas de pensar, igualdad para todos, independientemente de tu posición política, social, económica o de color). Nos están quitando las libertades, nos están secuestrando hasta los héroes, todo lo están reencauchando y volviendo a envolver.
»A raíz de eso, la primera serie de performance fue esa serie de fotos. Cuando exhumaron a Bolívar veo toda la parafernalia que se armó, lo que se ve en el video: la toma y el audio original de Chávez en cadena nacional mientras estaban exhumando el cadáver de Bolívar en el panteón. Los primeros que se acercan al panteón no son científicos, son militares. Ya arranca otra vez un proceso de parafernalia militar donde los ves marchando. […]
»Además, hay una parte de las palabras de Chávez que a mí siempre me gusta exponer. Trump es un fenómeno Chávez, digamos. Esa forma de descalificar a cualquiera que no piense como él y además soltarle toda la jauría. Igualito, el mismo formato. Cuando Chávez dice que aquellos que no crean en Bolívar y el bolivarianismo no tienen alma y la tienen podrida, tú estás sentado en casa, escuchando esto en cadena nacional, y dices pero espera, ¿por qué?, ¿por qué yo tengo el alma podrida porque no creo que Bolívar es un ser supremo?
»Cuando llamé otra vez a Xionora, la maquilladora, me dijo yo te acompaño y te voy haciendo los retoques. Ella sale en dos de las tomas, corriendo, porque la cera se derretía con el calor y todo el tiempo me hacía retoques para que no se desarmara el maquillaje. Todo fue muy guerrilla art, todas cámaras escondidas para que no se viera que se estaba filmando. Cuando entro a caminar a la Plaza Bolívar y doy la vuelta por el capitolio, que está totalmente militarizado, ahí me seguían filmando. Además, los militares que te hacían… —Levanta la mano hasta la frente.
—¿Te saludaban?
—Sí, sí. ¡Ilustre!, ¡ilustre! Inclusive cuando estábamos en la plaza, cuando paramos de filmar, se me acercaron personas y la forma de dirigirse a mí fue: Ilustre, ¿puede tomarse una foto con mi hija? Y yo: Mira, yo soy un artista que está aquí. Con mucho gusto me tomo la foto con tu chama, pero no me llames más ilustre, te lo ruego.
«Fue bien bizarro que tuve que venir a Berlín para conocer a los panas de Colombia.»
—Yo vi el video en la presentación en el Museo de la Democracia.
—Para mí el video de la performance fue una sorpresa y fue grato al mismo tiempo. Porque lo hice hace diez años, en el 2011, ¿sabes? Y nunca se mostró en Venezuela por razones obvias y tampoco en el extranjero consiguió alguna plataforma donde mostrarse por la temática, porque había que explicar quién es esta persona y por qué, etcétera. Era muy ajeno a realidades de acá. Y ahorita, con el Museo de la Democracia, se le abrió un espacio que no me esperaba, fue ¡wow!
—¿Crees que hay una apertura hacia el arte latinoamericano en Berlín o un espacio como el Museo de la Democracia es casualidad?
—Sí creo que, a raíz de que ha habido una migración muy fuerte de Latinoamérica a Europa en los últimos quince o veinte años, hay más gente hispanoparlante en las instituciones. Más curadores, por ejemplo. Eso hace que se cree más interés y más posibilidad de plataformas e intercambio. Pero creo que son las dos cosas también. En el caso del Museo de la Democracia y Bolívar es algo tan puntual que tal vez también tenga que ver con el contexto global en el sentido de las estructuras de poder de estos héroes que se construyen para certificar alguna tendencia u orientación política.
KAUM FREIRAUM
Zoltan estudió fotografía en Hungría, en la Universidad de Artes Aplicadas, hoy Moholy-Nagy. Después trabajó varios años con la directora Ossko Judit registrando siete de los ocho patrimonios de la humanidad que se encuentran en el territorio húngaro. En 2004 vino a formar parte de una exposición colectiva en un Palace der Republik vacío que lo sedujo como un parque infantil a un niño y decidió que quería estudiar en Berlín. Llegó en 2005 con el DAAD; estudió Arte en Contexto en la Universität der Künste.
Cuando recuerda el taller que tuvo en esa primera época en una antigua fábrica en Schöneweide asoma otra vez la emoción de poder desplegarse sin restricciones. Casi mil metros cuadrados, un piso completo para hacer lo que quisieran. Gesticula con los brazos por el aire como si no creyera lo que vivió.
Hoy le toca de cerca la contracara inconsciente de aquel fenómeno de abundancia inmobiliaria. Junto a los demás miembros de los atelieres BLO, donde está su estudio, llevan adelante una lucha para preservar el estado de ese vergel cultural. Los atelieres BLO se encuentran en unos antiguos depósitos ferroviarios en Lichtenberg; es el lugar donde caminamos en las fotos. Alojan asociaciones, estudios de artistas, salas de grabación y ensayo de música y talleres de artesanos que trabajan el metal, la piedra o la madera, hacen efectos especiales para cine, construyen arcos y flechas y bicicletas de bambú. El terreno de unos 12.000 metros cuadrados está surcado por vías muertas y una vegetación salvaje junto a rincones de huertos donde se arremolinan hasta cinco variedades de lechuga. Un grupo de abedules traídos de Auschwitz por el artista Lucasz Surowiec para la Bienal de Berlín 2011 crece en el centro como recuerdo del horror.
El asunto es que en 2024 vence la licencia de veinte años y la Deutsche Bahn, su propietaria, proyecta atravesar el predio con una calle. Justo por el medio.
Zoltan también ha abordado con su arte esta problemática extendida que afecta directamente a la riqueza cultural de la ciudad y su gente. De la pérdida de espacios físicos e intangibles para la producción de arte y cultura trató la instalación que desarrolló a comienzos de 2021 para la exposición colectiva Kindred Chronicles, en el Museo de Lichtenberg. Kaum Freiraum consistió en una instalación de cajas de luz sobre las ventanas exteriores del museo. Las cajas se encendían de forma alternativa, activando un juego con las palabras de la frase Raum für Freiraum (literalmente «espacio para un espacio libre») que está inscrita en una pared lateral del edificio. En un loop de un minuto aparecían sucesivamente Frei, Raum, Freiraum, Kaum Freiraum, Kaum Raum y Kaum Frei, Frei: libre, espacio, espacio libre, casi ningún espacio libre, casi ningún espacio, casi ningún espacio libre y libre. Arte de denuncia y pandemia que se pudo ver desde la calle.
Y también de exilio, porque la exposición fue parte de la iniciativa hecha por y para artistas en el exilio Hier und Jetzt: Connections, fundada en 2017 por artistas miembros de los atelieres BLO.
Zoltan explica que el contacto con refugiados de Siria, Turquía y otros rincones del mundo ha sido realmente transformador. «Hay mucho en común en las razones de las huidas —dice—. Te das cuentas de que hay rasgos que te unen y te comienzas a abrir.» Lo de abrirse no es simbólico. Cinco días a la semana se sienta con niñas, niños y adolescentes refugiados que están aprendiendo el alemán y, a través de historias, personajes, dibujos, tijeras, cajas de luz, poesía, juegos de palabras y grabaciones sonoras, dan forma y producen cortos de animación. Trickmisch se llama el proyecto.
Quince años antes, fue otra dimensión de lo humano lo que lo cautivó de Berlín. «En la universidad había muchos estudiantes latinoamericanos. Comencé a conocer gente de Bolivia, Perú, Chile, México, Colombia…, literalmente de toda Latinoamérica. Viviendo en Venezuela jamás tuve ese acceso. Conocí parte de la idiosincrasia cultural de cada uno de estos países y fue bien bizarro que tuve que venir a Berlín para conocer a los panas de Colombia», sonríe y abre los ojos como la encarnación del smiley de la sorpresa. La inmediatez del entendimiento fue lo inesperado, entre gente que habla un mismo idioma que en realidad es distinto y cuyas culturas diferentes siempre en algo se parecen. Entonces es cuando recuerda los sueños de unidad del Libertador y su vigencia.
LA AMENAZA DE LA VIOLENCIA
En 2011, un par de años después de finalizar los estudios en la Universität der Künste, Zoltan regresó a Venezuela. Por esperanzado, ironiza. «Monté mi atelier allá y comencé a trabajar. Pero bueno, sobre todo por razones de censura, mis trabajos… Las instituciones públicas eran impenetrables.»
Tu trabajo era demasiado político, le digo. Él responde que, en esa Venezuela, solo señalar un fenómeno y expresar una visión crítica genera malestar. «Yo sí he jugado con el tema de los símbolos nacionales como identidades del patriotismo y que eso no tiene nada que ver con la identidad cultural de un país o de la gente.» Entonces habla del rol de las migraciones y las mezclas en Venezuela. Explica que Venezuela ha sido desde siempre un país de bienvenida que acogió la migración colombiana por el narcotráfico y los exiliados chilenos tras el golpe de Pinochet y que Venezuela era de izquierda antes de Chávez. Habla de los libaneses que llegaron huyendo de la guerra y cuyos sabores impregnan hoy algunas zonas de Caracas. Recuerda las músicas del Caribe venezolano y los guajiros en la frontera con Colombia. Esa es la cultura viva, la que no ha sido obligada.
Su abuelo húngaro llegó a Venezuela en el año 1947, también huyendo de la guerra. Su madre tenía nueve años cuando dejaron Budapest. El papá alemán viajó por medio mundo antes de conocer a su futura esposa en Nueva York y aterrizar con ella en Caracas.
«En mi madre veo más que ella sí se sentía húngara estando en Venezuela. Pasaba mucho con los de su generación. En cambio, mis hermanos y yo y mucha gente que conozco, incluyendo mi esposa, que es primera generación y llegó de Chile con dos años en la época de Pinochet, ella también dice yo soy chilena de pasaporte, pero soy venezolana. Vives los primeros veinte años de tu vida en un lugar y el pasaporte pasa a segundo plano.» Zoltan se crio en español, húngaro y alemán. Cada idioma es para él un universo y una puerta. Explica que hay una intimidad húngara a la que tiene acceso porque habla el idioma.
Mas allá de la imposibilidad de avanzar con su arte en Venezuela, la violencia se convirtió en una amenaza demasiado real cuando le dispararon. «También llegó mi hija en el 2012. Y tuvimos que tomar la decisión en 2015, cuando secuestraron y asesinaron a uno de los jefes de mi esposa. Un secuestro mal manejado, ¿sabes? La situación [era] un poco de paranoia y otro poco que las libertades se te van reduciendo. La gente vive como en cárceles privadas, dentro de su propia casa o edificio.»
Cuando Chávez falleció en 2013, la violencia se había generalizado en el país. Él la vio propagarse catastróficamente y dice que es una de las razones por que la gente sigue emigrando. «Teníamos datos de que cada diecisiete minutos asesinaban a alguien. Por cualquier cosa, como un anillo, o por el hecho de no tener nada, por pelabolas, como decían. También comenzaba la escasez, que todo se comenzaba a dolarizar, que es lo que está pasando ahorita. O vivías en una Venezuela de dólares o la única forma de tener las subvenciones es tener el carnet de la patria. El carnet de la patria va mas allá de tu cédula de identidad, tienes que pertenecer al partido y es una forma de control. Esa es la Venezuela de ahorita, una Venezuela partida y con dos realidades. Subsistir en una economía que está dolarizada es prácticamente imposible.»
«Todos los factores llevan a ese círculo vicioso: sube la criminalidad, la seguridad se convierte en privada, los policías ya no trabajan donde deberían sino están dándole seguridad privada a alguien y la mitad del tiempo ya no trabajan en uniforme. Entonces a veces no sabes quién es quién.»
EL COLOR Y LA FORMA
De niño, Zoltan pasó mucho tiempo en el taller de una vecina que se convirtió en su gran maestra, la artista croata emigrada durante la dictadura de Tito Seka Severin de Tudja, quien trajo consigo otra forma de hacer cerámica. Ella «también trabajaba piezas en cerámica hueca. Y claro, yo arranqué y todavía me encanta trabajar la geometría, tanto en metales como en vidrio».
Mientras habla de la influencia del arte geométrico de Jesús Rafael Soto y Carlos Cruz-Diez en Venezuela, yo recorro con la mirada los prototipos de metal que hay en el estudio. Además de la pieza que cuelga del techo, varias versiones de conos plateados yacen sobre una cajonera a mi izquierda. Todas sus obras en metal siguen un mismo patrón: a partir de una lámina de acero, él explora hasta dónde puede llegar sin soldar o pegar.
Los vidrios son obras en vidrio soplado con forma de pera o gota de agua. De una caja en el suelo saca primero una de color rosa y luego una amarilla más grande que ha de cargar con las dos manos. Cuando la deja apoyada sobre su escritorio una luz ámbar trastoca la atmósfera fría de la habitación.
Esta fuga estética, como él la llama, le cuesta los reproches de su galerista en Hungría. Un artista debe ser fácilmente reconocible y lo que él hace es contraproducente, objeta el galerista. Zoltan sonríe, indulgente, muy en paz consigo mismo: «Entre mis videos e instalaciones densas de contenido, a veces es saludable irse nada más al color y la forma. Si no tuviera el escape de la escultura y el vidrio me afectaría bastante».
En el Instagram de Zoltan Kunckel se puede ver gran parte de su producción artística. Todavía se pueden conocer los contenidos online de la exposición Museo de la Democracia. Esto es Trickmisch. Aquí están los atelieres BLO y su reclamo.